El lenguaje de las piedras

El Lenguaje de las piedras

El equipaje de las vacaciones de verano con niños es, reconozcámoslo, un coñazo cuando lo preparas y una horterada cuando lo transportas. Si bien la ropa es lo que menos ocupa en la maleta, el equipamiento de playa siempre es aparatoso e interminable: gafas de buceo, aletas, tubos de snorkel, pistolas de agua, pelotas, raquetas, sombreros y sombrillas, sillas plegables, toallas a granel, maxi bolso, maxi pareo, bronceadores, colchonetas, flotador, manguitos, cubo, palas, rastrillo… Sí, ya sé que todavía se me olvidan cosas.

De todo eso, hay algo que me sobró este año y son los juguetes. Ay, si lo llego a saber… Y todo gracias a una piedra. A mi marido se le ocurrió comprar unos rotuladores de colores y proponer a los niños buscar piedras más o menos planas en la playa y recolectarlas para pintarlas luego en casa sobre unos trozos de cartón a modo de mantel, con compartimentos para separar las piedras en espera de ser pintadas y las piedras pintadas en proceso de secado…

Hacía tiempo que no veía a mis hijos tan concentrados y felices con un juego que no fuera LEGO. ¡Pintar piedras! La mayoría eran de colores, con dibujos más o menos realistas o con geometrías abstractas varias. Pero también estaban, para mi gusto las mejores, las piedras monocromáticas en negro. Para rizar el rizo del inesperado entretenimiento y hacerlas más exóticas, sacamos de internet alfabetos y jeroglíficos varios y escribimos nombres propios o palabras secretas en las piedras. A las japonesas, en particular, les pegamos un pequeño imán por detrás y las pusimos en el frigorífico, que ahora es de lo más chic. Atrás quedó el Recuerdo de Torremolinos o el teléfono del Telepizza…

Tanto nos gustó el resultado que seleccionamos las mejores y creamos con ellas un nuevo centro de mesa. O lo que es lo mismo: metimos un puñado de pedruscos coloreados en un jarrón de cristal de los chinos. Qué más da, una negada de las manualidades como yo siempre vivirá estas cosas como auténticos hitos personales.

El tema es que cuando observo estas cosas en los niños, ya sea con la arena de la playa, o dando brincos en el campo, escalando un árbol o removiendo barro, siempre me viene a la cabeza ese fantástico anuncio de Limón y Nada en el que un niño recibe emocionado un palo en la mañana de Navidad…

Y es que hay cosas que no cambian, ni siquiera en estos tiempos de ocio tecnológico. En la infancia, ningún juguete, por sofisticado que sea, puede superar al lenguaje de la imaginación y la naturaleza. 

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