
Ahí están, hechos un ovillo, como dos siameses asustadizos en el habitáculo flou de su amor retrospectivo. Hay quien lo llama limbo papelumbral o escleromántico, desde luego hay gente para todo, el caso es que en algún borde impreciso del guion, los personajes de cine que ya se querían de antes se acurrucan en la intimidad de su ser sin estar. Ahora mismo, sin ir más lejos, él está acariciando una melena femenina sobre su pecho (nota: los personajes enamorados son especialmente mullidos) y así permanecen, esperando saltar un día desde su mundo de techos bajos y secuencias numeradas, a la gran pantalla, para poder amarse como dios manda. Aunque eso, por supuesto, no dependerá de ellos.
Ella vuelve a ofrecerle un franco por sus pensamientos pero lo dice sin decir, ya que nadie le ha escrito que lo diga, y añade que si cree que lo suyo será eterno. El ceño de él improvisa con ironía: tan eterno como un flashback. Y entonces ¡ay! finge ante el pellizco de ella, que le chista para que piense más bajo, no vaya a ser que nos oigan. El Otro fingirá mejor el dolor, por algo es profesional y además muy atractivo, según insinúan sus pestañas, a lo cual él reacciona gruñendo. ¿Estás celoso? ¿Y por qué nunca me lo dices? Él calla. Que por qué… (Nota: los hombres de ficción, como los hombres reales, no tienen respuesta a ciertas preguntas). Ella ensaya una sonrisa sensual que ya perfeccionará la Otra y le dice yo te quiero más a ti, callando que aquel al que quiere menos no es el Otro actor sino el Otro checo, su marido, lo que este pobre aún ignora. Lo que sí sabe él, fuentes no le faltan, es que unas cien páginas después la perderá como un niño a su globo, inalcanzable desde el cielo, para siempre. En cualquier caso, si lo suyo no lo es, es decir, para siempre, insiste ella (nota: los personajes femeninos, al igual que las mujeres reales, tienden a insistir): ¿Quién lo decidirá y por qué? ¿No deberían ser libres de amarse hasta que les dé la gana? Él simula rascarse algo y asiente. Ella tiene razón pero no tiene carne. Por si acaso, le alza la barbilla y le dice nena, lo nuestro es de película, y ella se estremece. O es la guerra. ¿Y ahora qué?, solloza asustada, mientras empieza a diluirse como un manchurrón en la paleta de un pintor frenético. Él trata de alcanzar su azul, ella de azul, con alguna parte del cuerpo que no haya empezado a desdibujarse también. Lucha por aferrarse a esa mujer por la que sería capaz de decir adiós una perra noche de niebla en una ciudad hipócrita solo porque es lo correcto, otra vez la misma historia, haz o muere, mientras el tiempo aquí ya no pasa y siempre es tarde. Al otro lado, unas yemas incendiadas de musas reescriben con prisa su destino. Que ya nunca será París.


*Este pequeño relato formó parte de la antología editada y prologada por José Luís Ordóñez, «Relatos en 35mm» (Editorial EL Sendero, 2015) donde participaron autores como María Zaragoza, José Carlos Carmona, Cristina Cerrada y José Iglesias Blandón, entre otros, y cuyo hilo conductor es el cine, con el que de una u otra forma conectan todas las historias.