Sobre mí

¿Por qué la Bautique?

Basta con abrir un libro. Y lo cierto es que hay infinidad de ellos maravillosos, como hay infinidad de bautiques. ¿Recuerdas cómo era la tuya?

El lector acusará una falta de revisión ortográfica en el propio nombre del blog y le confundirá aún más el contenido, que nada parece tener que ver con la moda o la venta de productos selectos.

¿Entonces? La Bautique se pronuncia como se escribe y se escribe así, con a, porque no existe, como tantos lugares ficticios de nuestra infancia a los que una vez dotamos de realidad bautizándolos con algún nombre estrambótico. Éste en concreto responde a un recuerdo verídico compartido con mi hermana y materializado en una mesa camilla de la sala de estar. Dicha mesa vestía unas espesas enagüillas de terciopelo que, cuando no albergaban el brasero eléctrico, es decir, casi siempre salvo en invierno, se convertían en un perfecto telón de 360º dentro del cual nos cobijábamos para escapar del mundo real y dar rienda suelta a nuestra imaginación. Aquel recóndito paraíso bajo la mesa fue durante una buena temporada nuestro más versátil refugio secreto: a veces palacio, a veces cueva, a veces nave especial, a veces salón de té…

Recuerdo que correr al grito de “¡A la bautique!” hasta hacernos hueco, encogidas, en aquel estrecho espacio entre cuatro patas, era un entretenimiento tan simple como emocionante. Una vez dentro, abrazadas y silenciando la respiración para ahuyentar a toda suerte de merodeadores, cualquier juego, por fantástico y disparatado que fuese, podía tener lugar. Más tarde, cuando nuestra particular carroza se transformaba en un horno irrespirable (no olvidemos el detallito de las enagüillas de terciopelo), asomábamos sigilosamente la cabeza y solo si estaba despejado de villanos o curiosos, salíamos de nuevo al mundo real, celebrando dejar de sudar como pollos.

Creo que La Bautique y la literatura infantil tienen mucho en común. Ambas son refugios imaginarios que nos invitan a jugar, viajar, soñar, emocionarnos, aprender, compartir y crecer. Basta con abrir un libro. Y lo cierto es que hay infinidad de ellos maravillosos, como también hay infinidad de trepidantes bautiques, ¿Recuerdas cómo era la tuya?

¿Quién no ha tenido un rincón infantil favorito: cabaña, recoveco, escondrijo o guarida, donde llorar, soñar… leer? No se me ocurre nada más preciso que este recuerdo como declaración personal de intenciones. Ojalá las reseñas de libros y demás publicaciones alusivas al mundo infantil en este blog te inviten a ti, lector, a correr a la Bautique con tus hijos, sobrinos, nietos, alumnos… y volver a ser niño por un rato.

Conóceme

Erase que se era una madrileña alérgica al polvo, el marisco, el polen y las redes sociales, hasta que el gusanillo de África primero y la literatura infantil años después, le arrancaron dos blogs: uno que se quedó a los pies del Kilimanjaro (Finding Nairobiland) y este otro que apenas está echando a andar.

Sin embargo la palabra no me es ajena en absoluto. Soy periodista de formación, maestra de ELE (Español como Lengua Extranjera) de profesión, guionista de vocación, amante del cine casi tanto o más que los libros y escritora eventual. Desde que soy madre, tengo más peligro en una librería que en Zara. Y es por eso que surge La Bautique y mi incursión como autora en el mundo de los cuentos.

Nos vemos por aquí, si tú quieres.

Vanessa Jiménez Garrido.